Sunday, May 07, 2006

LA MORALIDAD SOCIAL DE LOS TIJUANENSES



Yo daba clases de ética, y como daba clase de ética, a mis alumnos les enseñaba cuál era la moralidad social de los tijuanenses; la moral de los curas, la moral de todas las iglesia protestantes que hay aquí, de la gente buena y de todos los hijos de puta que había en este chingado pueblo.
Me puse analizar la moral del juego, de la apuesta, etcétera. Yo estaba enseñando a los jóvenes a valorar la vida de los habitantes de esta ciudad, y en la medida que daba clases de lógica, historia de la filosofía, ética yo manifestaba mi concepción.

Pero mis cuates, los demas poetas, eran borrachones, desmadrosos o mariguanos, y llevaban una concepción del mundo completamente diferente. Entonces, debido a eso, sumado a otras cosas que ya había hecho, resulte el moralista de la ciudad.
Bueno, dije, pues al que no le guste vaya y chingue a la suya, que yo me encargo de chingar a la mía.
Cuestioné a los cabrones:

"Si no le gusta a usted lo que escribo, a ver ¿dónde están los argumentos suyos?, ¿dónde esta su novela, su cuento, su ensayo, su concepción filosófica, su poema? ¿Dónde está, hijo de la chingada?".


Por tal actitud, yo quedé como una especie de juez de la ciudad, un moralista. Lo importante fue a partir de ese hecho, yo estaba creando la escuela de filosofía, estaba creando la escuela de historia, etcétera.
Porque aquí en esta ciudad, la gente cree que Al Capone es un personaje folklórico de la vida de Tijuana.

"¡Uuuuy, y qué tiempos aquellos, cuando Al Capone daba propinas de cincuenta dólares porque le detuvieran el sombrero!".


No niego que aquello fue una cosa preciosa de Tijuana. Me parece bien que eso haya pasado, pero no me parece correcto que la ciudad se enorgullezca de tal cosa.
¡Vayan a chingar a sus madres!