Sunday, May 07, 2006

¡VAN A VER ESTOS HIJOS DE LA CHINGADA!



Yo no nunca creí que podía hacer poemas. Me gustaba muchísimo la poesía, desde niño. Fui declamador escolar, orador universitario.
La poesía siempre me gustó, la leía, más no la escribía. Pero un día, aquí, el secretario del Ayuntamiento se puso a vender cantidad de predios del sur de Playas de Tijuana a empresas norteamericanas. Treinta años de ocupación. Afortunadamente el síndico del Ayuntamiento era amigo mío, y el presidente municipal, más o menos.
Lo que hizo el hijo de la chingada del secretario me cayó en los puros güevos, y escribí un pinchi poema en donde lo puse al hijo de puta, pero... ¡como mierda!

Fue en la época del presidente municipal Xicoténcatl Leyva, el primer viejo. En el poema explicaba de qué manera ciertos animales se comen a sus madres, los alacranes; de qué manera había mexicanos que se dedicaban a vender el territorio de su propio país.
Lo escribí nomás porque se me hincharon los güevos, y le saqué como doscientas copias; las repartí por todos lados. Hice famita después de que otro cabrón le sacó como quinientas copias, y otro más como mil. Lo repartieron a diestra y siniestra, y la cosa se armó del carajo.
Mientras tanto, yo me sentí que tenía conqué mandar a chingar a su madre al que se pusiera en contra.

No hubo ningún comentario, se la tragaron así, enterita. Aunque al mismo tiempo, hubo algunos comentarios entre los amigos.
Luego me invitaron a leer el chingado poema en lugar que está en la mitad de Baja California. Fue en fecha que se llevó a cabo un congreso de no-sé-qué-cosa; y cuando yo estaba fundando la Asociación de Escritores.

Yo había escrito prosa pero no poesía, dije, bueno, después de todo escribir poesía no es una cosa del otro mundo, ¿no?
Yo he leído toda mi vida poesía; tengo además, capacidad para escribir. También conocía a todos los poetas que había aquí, eran muchos: profesores de primaria, amas de casa, profesionistas. Algunos bastante notables.
En eso hubo un concurso de poesía en Ensenada. Entonces yo escribí un poema donde abordaba el tema del aborto. Porque en ese momento el aborto, en Tijuana, era una industria a toda madre.
Yo tenía un chingo de recortes de periódicos de todos los casos de aborto que salían publicados. Escribí un poema que se llamaba Tijuana a Go Gó. Agarraba los pinchis médicos de Tijuana y los hacia mierda.
Recuerdo que en esa época, mi secretaria, Guadalupe Quirarte, era esposa de un poeta. Yo fungía como presidente de la Asociación de escritores de Tijuana.
Todo mundo mandó sus poemas al concurso; y mí me enviaron una invitación para formar parte del jurado.
No, dije. Estos cabrones me van a hacer mierda. Si les digo que Fulano es el bueno, me van a matar.

—Avíseles que no, le dije a mi secretaria. Porque yo también voy a participar. Y me pregunta mi secretaria, extrañada:

—¿Usted va a participar?

—Sí, le contesto.

—¿Y conqué poema?

—Con éste.

—Pero si a ese poema todos los poetas lo han estado corrigiendo. Le han dicho: "No, Vizcaíno, es que tiene que ser así. Todo mundo le ha metido mano."

—No, no, no. El original, ése que está ahí, ése. Mándelo. Yo sé que no va a ganar ni madres.


¡Maestro!, resulta que ganó una mención honorífica, no sé qué madre. Y me mandaron llamar de Ensenada.
Yo había estado en un congreso en Coahuila, cuando regresé me dice mi mujer:

—Que tienes que ir a Ensenada a recoger no sé qué madre.

Luego de vuelta, me dice mi mujer:

—¿No sabes lo que pasó?

—No, le repondo.

—Pues que han venido todos los escritores, borrachos, a decir que eres un perfecto hijo de la chingada. Que como eres amigo de éste y del otro, te habías conseguido el premio, porque tú como poeta eres un pobre pendejo.

—¡Hijos de toda su chingada madre! Van a ver estos cabrones.


Entonces, me dio tanto coraje, que dije: "¡Van a ver estos hijos de la chingada!".

Y ahora resulta que por andar escribiendo mamadas, se enojan esos cabrones.