Sunday, September 10, 2006

DIALÉCTICA DE LA CULTURA





A mí me parece, a mis 84 años, el mundo en el que estoy viviendo, una cosa fantástica porque es el momento en el que la inteligencia de la gente encuentra una oportunidad frente al silencio, a la cobardía, al temor (al miedo de decir, de hablar, de actuar). Y es un momento muy importante en el que tú estas; un momento en el que si tienes algo verdaderamente valioso que decir va a ser tomado en cuenta. Pero, al mismo tiempo, es un momento en que lo valioso también se pierde entre la multitud.
Frente a todo eso, quien empiece a tener capacidad para decir: «este soy yo, esto es lo que yo pienso, esto es lo que yo sueño.
Es el momento de hablar, es el momento en el que quien hable lo van a oír; al que piense lo van a escuchar.
Vivir este tiempo presente es para como estar frente a una alberca. Yo me siento como si estuviera en una alberca preciosa, en un día maravilloso, y nadie aprovechara esa oportunidad de tirarse al agua a nadar.
El tiempo es propicio para decir lo que somos; es el tiempo para escribir; es el tiempo para hacer propuestas, para decir las verdades que uno siente. Y, además, sostenerlas, con la esperanza de que alguien llegue y te diga: «Sí, tú estás diciendo esto, pero como que no estoy muy de acuerdo. Eso no es todo lo que hay que decir, sino que hay que decir esto otro».
Luego viene otro y te dice: «A mí me parece que todos ustedes tienen en común esto. Pero, en realidad, existe esta otra posibilidad».
Esa es la dialéctica de la cultura, y en estos momentos no se da. Por eso yo digo que es el tiempo preciso para escribir y hablar. Pero hay vacío, un aplastamiento. Hay oportunidad pero no hay liderazgo; ni en la poesía, ni en el teatro, ni en el cuento, ni en la novela. Ni en política, ni en economía. En nada.
Simplemente prevalece un estado de tensión, de temor, de indecisión, de cobardía. No sé qué pasa.
Me siento como si estuviera frente a una gran montaña y que alguien me habla y me dice que hay que subirla porque nadie lo ha hecho. Hay que subirla ¿no? Ochenta años, y nadie la sube. Hay que ver entonces como está, qué hay arriba.
Eso es lo que yo pienso•