Sunday, September 10, 2006

TIEMPO PARA HABLAR



Como profesor, yo no puedo explicarle a la gente cosas que no puede comprender, mas si esa gente es demasiado joven. No todas la personas que estudian tienen internet; de los jóvenes que están en la preparatoria, algunos pueden manejar computadoras para hacer sus cosas, como si fueran máquinas de escribir, pero no tienen internet. Ni muchos menos tienen su propia página de blog. Y si la tuvieran, qué van a decir, para quién escribirán.
Estoy hablando de una ciudad, de un país, y de una época en la que hay crisis, conflictos, etcétera. Entonces, yo, como profesor, tengo que orientar, tengo que decir: «No te desbarranques, no te pierdas, no te destruyas, no te aloques, no te quedes en el vacío».
Ahora, el asunto de las teorías filosóficas se ha vuelto más complejo ante toda la avalancha de novedades; se ha vuelto algo muy confuso. Entonces, como profesor uno tiene que defender a sus alumnos, defender a los niños, a los jóvenes, y enseñarles ciertas virtudes, ciertas cualidades que, por lo menos, en los países subdesarrollados cumplen una función. Y como profesor, al mismo tiempo, las concibe como funciones bastante primitivas, bastante ignorantes, bastante tontas.
Luego te sientes como un señor que está viviendo en mundo con el que no tienes nada en común porque tienes mucho en común con cualquier europeo, con cualquier asiático culto, con cualquier universitario de cualquier lugar del mundo. Sí, pero con la gente de aquí, con quien en realidad vives y convives, no tienes nada en común.