Saturday, September 22, 2007

TIJUANA: UNA CIUDAD HEROICA [PERO DE TACONES ALTOS Y DE CADERAS ANCHAS]





TIJUANA: UNA CIUDAD HEROICA
PERO DE TACONES ALTOS Y DE CADERAS ANCHAS



El texto que a continuación se edita forma parte de las cronometrías biográficas del máster Rubén Vizcaíno Valencia, comentadas por él mismo; e integran el libro «Un moralista en casa de putas», que trata sobre temas relacionados con la cultura, la literatura y ciertos avatares de la longa vida del profe. El artículo es una transcripción de una disertación grabada en fecha 29 de marzo de 2004 y constituye un importante testimonio para dar cuenta del modo en que, gracias a la propaganda trinquetera, se intensifican de manera engañosa los discursos referentes a la historia de Tijuana, de la misma forma que, en el plano de la cultura y las artes, los culturosos intentan oficialmente legitimar como cierta una falacia en torno al supuesto «bum cultural» que existe en este culo de San Diego. En ambos casos, se induce a que se considere como una verdad objetiva —o entelequia trascendente— lo que sencillamente no es otra cosa que un fenómeno banal, fetichizado por la inflación de las expresiones verbales, mediatizadas por los grupúsculos dominantes en mancuerna con sus achichincles y demás acólitos, concesionarios de minúsculas parcelitas de poder y fraguadores del discurso hegemónico-oficialista. El testimonio que ofrece el profe se condensa en su voz propia y en estos términos:


“La función de la «Sociedad de Historia de Tijuana» queda en entredicho y sus miembros creen que tiene capacidad suficiente para dilucidar las cuestiones históricas. Pero la «Sociedad de Historia» no es otra cosa que una organización de empresarios, a la que se han sumado algunos residentes viejos o nativos de Tijuana. Esa institución fue fundada de manera semejante a las lonjas de España. Se sabe que los miembros de las lonjas son hombres de negocios, de empresa; gente con recursos que tiene su propia historia y que esa historia se vuelve historia de los pueblos. De ellas han salido los presidentes municipales; ahí se arregla todo y se decide el destino político de los gobernados. Y como Tijuana no tenía mas que clubes sociales (leones y rotarios), necesitaba una lonja. A mí me invitaron a participar y los mandé a comer mierda. Y así fueron haciendo su sociedad, con sus propios dogmas y con su particular interpretación localista para beneficio de ellos mismos. Entonces, llegó un momento en que una empresa lechera mandó a construir un edificio y se los prestó para que lo usaran y se dedicaran a hacerle honores al «Casino de Agua Caliente», a la «bailarina de Agua Caliente» y a las películas en las que aparecía Tijuana. Para los miembros de la «Sociedad de Historia de Tijuana» la fuente de conocimiento está en la fotografía del restaurante «Fulano», de la cantina «Zutana», de la licorería «Perengano», etcétera, etcétera. Y de eso han vivido siempre y así han hecho su historia. A mí no me pueden ver ni pintado los hijos de puta. Se hacen pendejos. Recuerdo que invitaban a gente del «Instituto de Investigaciones Históricas» de la Universidad Autónoma de Baja California para que se echaran su rollito y creían que sabían tanto como cualquier estudioso serio de la historia bajacaliforniana. Y como Ricardo Flores Magón es un héroe y ellos no tienen héroes, pues decidieron quitarle ese atributo de héroe y se lo dieron a Tijuana. Entonces, la «Sociedad de Historia de Tijuana» hace llegar al Ayuntamiento —de panistas, bastante pendejos, mediocres, estúpidos y a quienes nunca les ha gustado la cultura, las artes y la historia, ni nada— la petición de hacer de Tijuana una ciudad heroica. Y ante eso, los de la Universidad Autónoma de Baja California dijeron: «Estos hijos de puta ya se salieron de la raya»" 

[Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas].





LA «CIRI» DE TACONES ALTOS Y CADERAS ANCHAS

"Yo vi cómo se fundó la «Sociedad de Historia de Tijuana» e, incluso, me invitaron a formar parte de ella. Estuve pero no me gustó, y no volví jamás. La «Sociedad de Historia» se creó hace, aproximadamente, unos veinte años (o no sé cuántos). Surgió como una necesidad similar a los que los españoles llaman la lonja. La lonja es una especie de restaurante, un cafecito; es también una institución en la que pueden transcurrir cien años y todo sigue siendo lo mismo,una lonja. Se trata de un lugar en el que coinciden personas que valen por sí mismas; que tienen sus propios recursos, sus tiendas, sus negocios, sus oficinas, sus pequeñas fábricas. En el caso de Tijuana, es gente que tiene sus negocios, sus cabarets, sus licorerías, sus farmacias, etcétera. Y que, al mismo tiempo, tiene sus carreras profesionales. Pero resulta que viven en una ciudad que no tiene rostro. Que la ciudad no tenga rostro, pues les importa un carajo. Pero ellos, en lo personal, que no tengan rostro, como que está de la chingada. En ese entonces, cuando formaron la «Sociedad de Historia», estaba pasando de moda ser leonés o rotario. Porque Tijuana, durante muchos años, vivió el entusiasmo del clubismo, pero eso se apagó. Y quienes crearon la «Sociedad de Historia» querían tener algo suyo propio, algo local que los uniera y les diera identidad. Entonces se juntaron y pensaron en crear una asociación de historia porque lo que a ellos los podía unir era la historia. Hubo varias reuniones para discutir el propósito y no podían llegar a un acuerdo sobre qué giraría su historia. Pero era el pasado. ¿El pasado de qué? Pues el de la «calle Fulana», del «edificio Perengano» y de ciertas cosas así por el estilo. En lo único que sí se pusieron de acuerdo fue en que deberían de tener un símbolo. Eso se discutió muy seriamente y, por fin, aceptaron que el símbolo de esa asociación de historia sería el dibujo de la «Torre de Agua Caliente». Por allí empezó a definirse el asunto. Había en común una historia, la historia que simbolizaba la historia de la «Torre de Agua Caliente». En esa fecha la «Torre de Agua Caliente» ya no existía, Braulio Maldonado la había mandado quemar porque era de madera. Era necesario comenzar a buscar las cosas que estaban por arriba y por debajo de la «Torre de Agua Caliente» e iniciaron las investigaciones. En primer orden, se buscó a las personas que construyeron la torre. Vinieron ellos a aquí, y resultó que eran muy jóvenes cuando hicieron la torre y el «Casino de Agua Caliente». Vinieron a Tijuana y trajeron hasta los planos y los esquemas que sirvieron para su construcción. Como integrante de la «Sociedad de Historia» estaba un abogado, hijo de alguien que había sido gobernador de Baja California (o algo así). Era un abogado que daba clases de historia en una escuela secundaria (creo) y dueño, además, de un restaurante muy famoso, entre otros negocios que tenía su familia. Estaba también un químico que pertenecía a una familia muy importante, dueño de algunos laboratorios. Asimismo, había algunos médicos, profesores. De todo tipo de gente. El químico se decidió por estudiar la historia de la música y encontró alrededor de 250 discos de música, compuesta por artistas norteamericanos y en cuyas letras se mencionaba a Tijuana. De alguna manera, se trataba de grupos musicales que en una ocasión habían estado aquí en Tijuana e hicieron alusión a la ciudad en sus canciones. Él conservó los discos y encontró, además, en bibliotecas y en otras instituciones de los Estados Unidos (donde trabajaba), un montón de datos acerca de Tijuana. El químico no era propiamente un historiador. De todos los miembros de la «Sociedad de Historia» ninguno era historiador. Lo importante para ellos era la necesidad de reunir personas que tuvieran una vida en común; y esa vida en común era el hábito del coleccionar fotos. El abogado, que daba clase de historia de México en la escuela secundaria, descubrió que los documentos, los datos interesantes de Tijuana, eran las fotografías. Y se puso entonces a coleccionar fotos que exhibía, de vez en cuando, en un programa de televisión que tenía. La «calle Fulana», el «restaurante Fulano», etcétera. Es decir, se recopilaba toda la historia de los empresarios y comerciantes locales. Y la historia de Tijuana era una historia viva, pero de los habitantes más adinerados de la ciudad y que habían venido del interior del país, de sus hijos que ya eran nativos de Tijuana. Personas que tenían algo en común, que no eran cualquier cosa. Se trataba de gente de dinero, de apellido, con personalidad y abolengo. O sea, gente de respeto. Todo iba bien y así continuaron. Una empresa lechera hasta les mandó a construir un edificio, la lechería Jersey. Que, creo, su dueño era un español muy rico, millonario. Les construyó un edificio y se los dejo allí, pero prestado. Un edificio en el que instalaron su sala de conferencias, su biblioteca, sus computadoras, etcétera. Pero, principalmente, su sala de exposición porque la «Sociedad de Historia de Tijuana» es una institución que le rinde culto a la fotografía. Pues, para esa asociación la fotografía es la documentación más fehaciente para demostrar que alguien ha existido. Ellos se enorgullecen mucho de eso; hablan de sus vidas y, al mismo tiempo, han encontrado en elo el motivo que les da dignidad como tijuanenses. Ahora bien, desde hace mucho tiempo ellos andaban buscando algo que les diera identidad como seres humanos para sentirse orgullosamente tijuanenses, bajacalifornianos. Pero resulta que Tijuana es una ciudad que carece de antecedentes históricos muy lejanos y, sobre todo, ha sido una ciudad pervertida, una ciudad de juego, de diversión y sin ninguna historia. De lo cual, desde luego, ellos no tienen por qué avergonzarse. Eso es algo que ha ocurrido y todo lo que ha ocurrido es histórico; y lo que es histórico vale, ¿no? No importa el signo que tenga; forma parte de la historia. Por ello, no se hicieron limitaciones de carácter moral, de ciertas jerarquías. Pues la moralidad y las jerarquías se las daba el dinero, la comodidad, el apellido. Una vez que la lechería Jersey les prestó el local a los miembros de la «Sociedad de Historia», entonces comenzaron a vincularse con personas de otras instituciones para que acudieran allí a dar conferencias y charlas. Cositas así; el café, el banquete, la amistad. Y la «Sociedad de Historia» se transformó en un club, en una organización de lonja, e integrada, en su mayor parte, por empresarios. Se adhirieron a ella muchas personas que se habían enriquecido y querían lucir a sus esposas o a sus hijos con un traje bonito. Como si fuera una fiesta (o algo así). Pero llegó un momento en que esa asociación empezó a transformarse en una institución arrogante, con una cierta categoría de la cultura que les permitió a algunos ostentarse como si de veras fueran historiadores. Aquí hay un fenómeno interesante: ellos siempre habían admitido ciertos hechos como valiosos. Por ejemplo, que Ricardo Flores Magón fue un hombre que armó a un grupo de gentes para que invadieran Tijuana. Probablemente para apoderase de la ciudad, separarla de Baja California y luego vendérsela a los Estados Unidos (algo así). Y como algunos habitantes de Tijuana lucharon contra los magonistas y los derrotaron, entonces los supuestos historiadores de la «Sociedad de Historia» consideraron esos actos como de mucho heroísmo. Y como ellos nunca han pasado de ser miembros de una lonja localista, fueron acomodando la cultura local de acuerdo con sus valores e intereses personales y grupales. Es decir, propios de un pequeño núcleo de personas que cada vez se volvieron más «valiosos». Y cuando de pronto ocurrió lo del 11 de septiembre y dejó de haber turismo en la ciudad, se sintieron empobrecidos porque gran parte de ellos viven de sus negocios. Se sintieron aislados y como que habían perdido identidad, personalidad, signo, valoración; y es entonces cuando le empiezan a dar forma a la idea de distinguirse de una manera singular. O sea, la idea de transformar a Tijuana en una ciudad heroica. La idea no era nada nueva, pero la arrogancia de querer considerarla heroica sí, por el hecho de que ya había un monumento a los «Defensores de baja California». Por principio, el monumento a los «Defensores de baja California» no significaba algo muy en serio. Era una cosa local que no tenía más alcance. Además, en el resto del estado como que no les hacían mucho caso. Entonces dijeron: «Pues hay que hacerlo en serio». El médico que se dedica a los negocios, un cuidador de animales (veterinario) y algunas otras personas, empezaron a meterle ganas y se pusieron a revivir la idea de la heroica Tijuana. Se la propusieron al Ayuntamiento; y como el Ayuntamiento es una institución joven que tampoco tiene gran cosa de historicidad, pues se la admitieron y mandaron el proyecto al la Cámara local de diputados (al Congreso del Estado). Y allá lo aprobaron. Ellos, como miembros de esa institución que no convocó a nadie, consideran que sí saben historia y que el «Instituto de Investigaciones Históricas» que tiene la Universidad, donde hay una escuela de historia, no sabe lo que verdaderamente es la historia de Tijuana. Porque ellos, los de la «Sociedad de Historia», tienen ya muchos años viviendo aquí y, en cambio, sí saben lo que es la historia. Por eso deciden ponerle a la ciudad el nombre de «Tijuana la Heroica». Y, como es natural, con tal arrogancia la Universidad Autónoma de Baja California se sintió como que le habían pegado una patada en el culo.Entonces, la Universidad mandó a traer a su representante en la ciudad de México, una maestra —o doctora— en historia, quien ya había editado 16 libros sobre la historia de Baja California; documentos nuevos que no se conocían, traducidos de distintos idiomas (muchos de ellos desconocidos, importantísimos)" [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas].




HISTORIADORES O SENCILLAMENTE UNOS PAYASOS

“Llega esta historiadora —que por cierto estaba editando también un libro acerca de don Pablo L. Martínez— y pone en su lugar a los de la «Sociedad de Historia de Tijuana». Emite sus declaraciones en periódicos. La cosa se pone buena porque otras personas son de la misma opinión que ella: los miembros de la «Sociedad de Historia» no podrán demostrar nunca que Ricardo Flores Magón hubiera querido apoderarse de Tijuana. En primer lugar, porque él era un anarquista y anarquista quiere decir sin gobierno. Y en efecto, Flores Magón fue un hombre que estaba en contra de todos los gobiernos, de la propiedad privada, de la iglesia, del dinero, de la autoridad, del poder. Estaba en contra de todo. Los magonistas luchaban por una organización nueva, de hermanos, de gente que se respetaba, que era justa. Ellos eran más radicales que los comunistas y, lo que es más, los comunistas los utilizaban para hacer estallar edificios, para las huelgas, para matar gente, etcétera. Porque, eso sí, los anarquistas eran muy violentos. El anarquismo es toda una concepción del mundo; tiene filósofos, pensadores. Pongamos un caso: no se puede entender a fondo la obra «Los miserables» de Víctor Hugo sin haber leído lo que es el anarquismo; y no se puede comprender a Emiliano Zapata sino se sabe quién es Ricardo Flores Magón. Muchas ideas de la lucha de Zapata son ideas que provienen, en gran medida, del pensamiento anarquista. En este momento, a raíz de lo sucedido, otras personas han empezado ya a opinar. Ayer salió publicada en el periódico «Frontera» la declaración de un historiador local que siempre fue partidario de la idea de que Ricardo Flores Magón era un pendejo y que los muchachos de la «Sociedad de Historia» decían la verdad (incluso, él fue hasta director del «Instituto de Investigaciones Históricas»). Este historiador es nativo de Tijuana y fue también, por mucho tiempo, partidario de esa teoría (de considerar como heroica a la ciudad de Tijuana); y como ya hizo un doctorado, pues ya se desdijo de lo que antes sostenía. Y sus respuestas de ahora son: «No, no. Eso que dicen de Ricardo Flores Magón no es cierto. Es una confabulación. Ahí no hay nada serio. Y en cuanto a la ocurrencia de llamar a Tijuana una ciudad heroica, pues, tampoco se sostiene». Y, así por el estilo, vienen otras opiniones. Lógicamente, yo estoy haciendo algunos textos con los que trato de explicar que eso de andarle inventando cosas a una ciudad como que no es correcto. Las identidades de los pueblos no se definen por un dictamen de los diputados o por una teoría. La identidad de los pueblos la hace la historia y la historia es muy larga. En el caso de Tijuana, las raíces históricas son otra cosa. Tijuana es una ciudad que en 1911 tenía doscientos habitantes; actualmente tiene dos millones. Han transcurrido noventa años y, en noventa años, cambiar de doscientos a dos millones; pues, como que hay que multiplicar eso por muchas cosas. Y la mayor parte de la gente que ha venido a esta ciudad ha pasado por encima de eso. Pero, otra cuestión que es muy importante, y creo que debemos tomar en cuenta. Estos señores de la «Sociedad de Historia» no saben —porque no saben, porque no leen, porque son localistas, porque no pasan de ser una sociedad de burguesitos limitados—, no se dan cuenta que Tijuana ya no tiene qué ver «gran cosa» con el turismo; y que Tijuana es una ciudad de trabajadores. No se dan cuenta que Tijuana es una ciudad globalizada desde hace treinta años porque una parte de la ciudad pertenece a Japón, otra a Corea, otra a Tawain, otra a Alemania, a Francia (la mayor parte a los Estados Unidos). Estamos colonizados por la inversión extranjera internacional de tipo financiero. Y, en cuanto al poco turismo que queda, pues somos «entes» serviles de una ciudad vecina, de un país que es el globalizador número uno del mundo. Además, estamos frente a una ciudad —San Diego, California— que es la base militar más peligrosa del planeta. Ahora, lo que a mí me parece muy importante es que la «Sociedad de Historia», el Ayuntamiento y la Cámara local de diputados, van a tener que demostrar que los magonistas fueron filibusteros. No lo van a poder demostrar porque no hay modo de demostrarlo. Y sino pueden demostrar que los magonistas fueron unos filibusteros, pues ha de resultar que el «acto heroico» no se justifica; y sino se justifica el «acto heroico», es imposible que la ciudad pueda ser heroica (donde lo «heroico» no es más que un heroísmo de tacones altos, de caderas anchas y de empresarología). Sencillamente son unos payasos. Ya se aventaron ese tiro y, en el Congreso del Estado, oficialmente decretaron la «heroicidad» de Tijuana. Pero se tienen que hacer para atrás porque no les queda otra. O, se hacen patrás o todos tenemos derecho a decirles (puffff): babosos, ingenuos, tontos, ignorantes, payasos, oportunistas. Yo, por lo menos, les voy a mandar un par de mentadas de… menta, de vainilla y de chocolate” [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas].