Sunday, September 10, 2006

DEL AUTOR DEL VERTEDERO DE CRETINADAS



Tú, en lo particular, estas haciendo un trabajo de crítica desde un vertedero de cretinadas; has entrado a la literatura y a la lingüística por el lado marginal; no por la calle, ni por la avenida, sino por el callejón. Estás recogiendo la basura y ordenándola en sus respectivos depósitos. Y eso me parece un servicio público muy importante; se trata de un servicio público de salubridad en el plano de la cultura, en la educación, en la literatura, en el lenguaje, en los modos de ser, en las maneras de vivir.
Desde mi punto de vista, estás cumpliendo una función que es absolutamente necesaria, y creo que apareciste exactamente en el momento oportuno, en el tiempo adecuado. Estás en un medio, yo diría, culturalmente aplanado, burocratizado y que ha perdido su impulso, su valor, su necesidad.
Lo que tú estás haciendo es importante para que los intelectuales, los artistas, los periodistas, los estudiantes de las universidades, los profesores, etcétera, puedan empezar a reflexionar hacia dónde vamos
Qué te puedo decir, los pones en su lugar, los exhibes, los golpeas y te diviertes, te burlas de ellos. Es como andar entre el estiércol porque es un excelente abono para la tierra. Pero, al mismo tiempo, vives en esa atmósfera, en ese campo, en ese mundo.
Estás metido en un barco que navega por aguas traicioneras, en donde encuentras precipicios, bloques de hielo gigantescos a punto de derrumbarse, hundirse y aumentar el volumen del mar; donde hay bestias, animales por aquí, enemigos por todos lados. Y, perdóname, eso es muy emocionante. Y tú vas allí, en tu barco; diciendo con tu espada: «Adelante, señores. Que venga lo que venga». Eso es ser hombre, es decir, tener conciencia de lo que estas escribiendo y del momento en que estas viviendo en el mundo. Has brincado hacia el precipicio, y sabes lo que estas haciendo, y que vas a morir cuando llegues al fondo de ese precipicio. O sea que Kant, en tu caso particular, se ha puesto de moda y de modo: el deber, la conciencia, la responsabilidad.
Ante la realidad no tienes cueva donde meterte, ni calle, ni recoveco, ni nada. Porque sino te atienes a una serie de normas, a una serie de ideas, a un conjunto de principios, estarías fuera de orbe, perderías el control •

Marzo de 2004